jueves, 28 de marzo de 2024

Los sacrificios humanos chimú: un análisis a la luz de la religión cristiana 

Por Freddy Ortiz Regis

Cuando era niño explorar en la compañía de mis amigos por la ribera del río Seco y Las Lomas de Huanchaco era una de las actividades más emocionantes de nuestra niñez. El viento no solo soplaba sobre nuestros rostros inocentes, sino que también aullaba rozando nuestros oídos, como queriendo hablarnos desde los tiempos más remotos.

Siempre nos topábamos con una que otra costilla humana a ras del arenal que empleábamos para jugar y —sobreponiéndonos a la superficialidad de nuestros juegos infantiles— nos preguntábamos qué hacían estos restos humanos a la intemperie, resecados por el sol, como abandonados en el tiempo. Uno de nuestros amigos nos dijo que eran los huesos de los que habían vivido antes del diluvio universal: “Miren las conchitas que hay en la arena —decía—; ¿acaso no es demostración de que el mar también estuvo sobre estas lomas?”. Nosotros aceptamos esta explicación y continuamos explorando con la satisfacción de partir de una hipótesis lógica.

Cuando llegaba la noche, en el silencio de mi dormitorio, el sueño apagaba mis pensamientos en torno a qué vida habrían llevado los huesos de esas personas, cómo se habrían llamado y, cómo habrían muerto. Las respuestas llegarían muchos años después, cuando nuestra infancia hacía mucho que se había ido y la vida nos encontraba sumidos en su vorágine de sobresaltos y preocupaciones.

El 24 de marzo de 2024 se proyectó —en calidad de estreno para Trujillo— el documental “Perú, sacrificios en el reino Chimú”, bajo el auspicio del Centro Cultural Cine Chimú. La producción cinematográfica, de aproximadamente 150 minutos, nos produjo un giro de la visión de la cultura Chimú de 180 grados. Digo esto porque sobre esta cultura teníamos por sentadas muchas cosas, entre ellas: i) que era una cultura nacida de la decadencia de la cultura mochica, ii) que, a diferencia de los mochicas, los chimúes, no eran tan bárbaros, en el sentido que no hacían sacrificios humanos.



Acudiendo al estreno del documental "Perú, sacrificios en el reino Chimú"
Plaza Simón Bolívar de Huanchaco.



Esperando el inicio de la función

De acuerdo con Aquise et al. (2020) la cultura Chimú surgió alrededor de los años 850 o 900 d.C., en manos del gran emperador de Tacaynamo, quien fue considerado un dirigente fundador de Chimú. Era una sociedad jerárquica y los gobernantes, llamados “Ciquic”, eran tratados como dioses y vivían en la ciudadela de Chan Chan. Entonces, desde un punto político, el reino Chimú puede ser definido como un estado aristocrático clasista que contaba, también, con una amplia burocracia de administradores.

Según Contreras y Zuluoaga (2014, p. 42) el reino Chimú fue una sociedad que destacó por la especialización de sus artesanos, quienes desarrollaron la cerámica y la textilería, pero particularmente la orfebrería, que alcanzó niveles técnicos impresionantes, sobre la base de la aleación de la plata, el oro, el cobre y el estaño.

También desarrollaron la pesca a gran escala, la que realizaron sobre unos pequeños botes hechos de la paja totora (una planta perenne de tallo grueso e impermeable que tiene la virtud de flotar por su liviandad, que crece en torno a las albuferas del litoral y que hoy se halla casi extinta) manejados con un solo remo de dos cabezas, conocidos hoy como “caballitos de totora”.

Pero, volviendo a los restos humanos que fueron la razón de muchos de los desvelos de nuestra infancia, el documental presentó una nueva imagen de la cultura Chimú; una imagen que los habitantes de este reino han guardado celosamente debajo del arenal, pues, no se ha encontrado ninguna representación en su artesanía, orfebrería y textilería, de hechos tan macabros como los hallazgos arqueológicos de hace seis años: el sacrificio masivo de niños.

Ya, desde el año 2011, los residentes locales de Huanchaquito alertaron al arqueólogo Gabriel Prieto el hallazgo de huesos humanos que se erosionaban en las dunas que rodeaban sus hogares. La participación activa de los arqueólogos, finalmente, descubrió a las víctimas de un evento desesperado, un niño (izquierda) y una cría de llama (derecha), que fueron parte de la matanza en forma de sacrificio de más de 140 niños y más de 200 llamas en la costa norte del Perú alrededor de 1450 d. C. (National Geographic, 2018).


Excavaciones en el lote costero donde el ritual tuvo lugar hace más
de 500 años. Fotografía de Gabriel Prieto. 

De acuerdo con estudios isotópicos preliminares y el análisis de la modificación del cráneo, tanto los niños como las llamas fueron traídos a la costa desde rincones remotos del imperio Chimú para ser sacrificados. Las pruebas de estos sacrificios incluyen cráneos teñidos con pigmento rojo a base de cinabrio, costillas humanas con marcas de cortes y esternones cortados por la mitad (National Geographic, 2018).


Muchos niños presentan evidencia de que sus rostros se embadurnaron
con un pigmento rojo antes de la muerte. Fotografía de Gabriel Prieto.



Las pruebas de estos sacrificios incluyen costillas humanas con marcas
de cortes y esternones cortados por la mitad. Fotografía de Gabriel Prieto.

Ante este panorama de violencia y muerte surge la interrogante: ¿Por qué hicieron esto los chimú? Una de las repuestas más convincentes, hasta el momento, tiene que ver con la aparición de un fenómeno meteorológico denominado El Niño, que es un patrón climático que calienta y enfría el océano Pacífico tropical. Durante una fase cálida de El Niño, las temperaturas de la superficie se extienden a lo largo del Ecuador, provocando lluvias torrenciales y causando estragos en las pesquerías costeras. Los investigadores sugieren que el evento de sacrificio de niños y llamas tiernas pudo haber sido un intento de apaciguar a la divinidad y mitigar los efectos de esta gran devastación meteorológica que ocurrió alrededor de 1400 a 1450 d. C. (National Geographic, 2018).


Una joven llama (izquierda) y un niño amortajado fueron enterrados
en el mismo pozo. Fotografía de Gabriel Prieto. 

Yo no sé si esta probable respuesta es satisfactoria. Como en mi niñez, esta vez no nos quedaremos satisfechos con una respuesta lógica, sino que ésta deberá estar fundamentada en posteriores y más exhaustivos estudios que vayan más allá de las disciplinas arqueológicas y comprometa la intervención de otras ciencias auxiliares de igual o mayor rigor científico. Estos posteriores estudios deberán dar respuestas a interrogantes que penetren en la cosmovisión religiosa del pueblo chimú desde un enfoque multiparadigmático, que tome en consideración la variedad de perspectivas y contextos que pudieran haber influido en la religión de esta sociedad.

El estudio de las formaciones sociales de nuestra antigüedad no debe ser un estudio por sí mismo, sino que debe tener como meta su contrastación con el desarrollo contemporáneo de nuestra sociedad. Hacerlo de otra manera no tendría ningún sentido, si no es en la prospección de su evolución hasta llegar a lo que somos como peruanos en el presente y hacia adónde nos dirigimos.

Como los chimú, nuestra sociedad también obedece a un paradigma religioso. Así, desde una perspectiva funcionalista, la religión cumple funciones sociales específicas, entre ellas, proporcionar cohesión social, control social y un significado individual a la vida. Pero, a diferencia de los chimú, que estaban constreñidos a una única visión en su esfera relacional hombre/divinidad, nuestra sociedad —amparada por el desarrollo del concepto de libertad— puede desarrollar y ejercitar innumerables visiones sobre la relación del hombre y Dios.

Sin embargo, encuentro dos notas esenciales, en el paradigma religioso, entre los chimú y nosotros: i) la primera, de carácter común: los chimú ofrendaron a su divinidad lo mejor que podrían darle: sus mejores hijos (de donde se colige que para los chimú los niños eran de una extraordinaria importancia), nosotros, ofrendamos al mismo Hijo de Dios que vino a nacer entre nosotros (Juan 1:14); ii) la segunda, de carácter diferencial: los chimú ofrendaron a sus hijos para aplacar la ira de su divinidad, nosotros, en cambio, no tuvimos que sacrificar a nuestros hijos, sino que Dios mismo entregó a su Hijo a la muerte de cruz, no para aplacar alguna ira, sino para restaurar con nosotros la relación filial que perdimos por causa de nuestra desobediencia (Juan 3:16).

 

 

---------------------------------------------

Aquise L, Cahuana C, Chanini V, Pari P, Quispe E. (2020). Fundamentos de Chimú como estado. Disponible en https://bit.ly/4ayKMtG

Contreras C. y Zuloaga M. (2014). Historia mínima del Perú. El Colegio de México.

National Geographic (2018). Descubren antiguo sacrificio masivo de niños que podría ser el más grande del mundo. Disponible en https://bit.ly/3vGCbWN