Por Freddy Ortiz Regis
Hace unos días todos nos hemos
sentido terriblemente impactados por la información propalada en los medios de
que un padre había ultrajado sexualmente a su pequeña hija de solo dos meses de
edad en la ciudad de Sullana.
Y tal como sucede con los
buitres, que se alimentan de la carroña, los políticos populistas –respaldados por
cierta prensa, también carroñera- comenzaron a frotarse las manos, diciendo: “Esta
es nuestra oportunidad”. Y ahí tenemos, rodando ya por los medios, la intención
del partido fujimorista de proponer un “proyecto de ley sobre la pena de muerte para violadores de menores de edad”.
Quienes tenemos una formación
jurídica sabemos que la pena de muerte no tiene (por ahora) ningún futuro
en nuestro ordenamiento constitucional por razones de derecho interno y externo.
También sabemos, por los estudios que se ha realizado desde hace muchos años (y
que se contraponen con los de reciente data), que la pena de muerte no es
disuasiva para personas que sufren de desequilibrios de la personalidad y son
incapaces de comprender el valor de la vida humana; lo que equivale a razonar
que si no son capaces de valorar a otros, menos pueden valorar su propia vida y
trascendencia.
A estos inconvenientes se suma
que nuestro sistema de justicia no está en condiciones de procesar, con todas
las garantías de un debido proceso penal, a las personas acusadas de un delito
que pudiera desembocar en la aplicación de la pena capital. Tenemos un poder
judicial con serias carencias logísticas y de formación, que no constituye una
garantía de aplicación de los principios que inspiran a un estado democrático y
de derecho, por lo que bastaría que tomase el poder un partido dictatorial para
que sus enemigos políticos sean procesados por delitos cuyas sanciones sean la
pena de muerte.
Otro aspecto que abona a la
oposición a la pena de muerte en nuestro país, además de los ya mencionados, es
el impacto cultural que la pena de muerte produce en nuestra sociedad. Quitar,
mediante una sentencia, la vida a una persona –por más canalla que ésta sea y
por más abominable que sea el acto delictuoso- implica una renuncia de la
sociedad a la posibilidad de reeducación e inserción de los marginados al
sistema social. Otro impacto que se produce por la aplicación de la pena de
muerte es el efecto de victimización sobre el delincuente. ¿Qué quiere decir
esto? Que, gracias a los medios (los mismos que antes gritaban su crucifixión),
la persona que ha sido condenada a muerte comienza a ser tratada como una
víctima de la sociedad; pasa de ser el malo, al bueno de la película; se le hace
todo tipo de entrevistas, reportajes sobre su vida, se generan (o inventan)
leyendas sobre su personalidad y hasta comienza a ponerse en duda su
culpabilidad; todo con el afán de incrementar las ventas y los niveles de
audiencia.
Hace dos años, en uno de mis viajes
a la ciudad de Cajamarca, tuve la oportunidad de visitar el cementerio de esta
hermosa y vieja ciudad, en la cual se encontraron los mundos europeo e incaico.
Entre los muchos nichos, tumbas y mausoleos, llamó mi atención uno en especial:
era el mausoleo de un cajamarquino llamado Udilberto Vásquez Bautista, que fue
fusilado en la década de los sesentas acusado de violar y asesinar a una menor
de edad, y que en la actualidad es venerado religiosamente por la población. La
historia del ahora llamado “Santo Violador” no la voy a contar en este espacio,
y solo la traigo a colación para ilustrar cómo la pena de muerte –al menos en
nuestro país- puede tomar características impensadas y hasta contraproducentes
para el desarrollo de la personalidad de nuestros niños y adolescentes.
Interior de la tumba de Udilberto Vásquez Bautista en el cementerio general de Cajamarca. |
Finalmente, cada vez que se
produzca la violación de algún menor de edad, la política basura –al igual que
la TV basura- aprovechará para treparse al carro de una opinión pública
proclive a la venganza y a sancionar con la pena
más grave lo que se le ha hecho creer que es el delito más grave. Con
propuestas como la planteada por el fujimorismo, lo que se pretende es desviar
la atención de la sociedad de delitos mucho más graves –como lo es la
corrupción- hacia delitos que si bien son abominables por la naturaleza inocente
de sus pequeñas víctimas, comparativamente son mucho menores (estadísticamente
hablando) en proporción con los índices de corrupción que campean en nuestro
país. ¿Alguna vez escucharemos a los políticos pedir la pena de muerte por eldelito de corrupción como sí ocurre, por ejemplo, en la China? Obviamente que
nunca, a sabiendas de que la corrupción es la madre de todos los delitos, aquí
y en la China. Así que si hay un hashtag que promocionar no es el de #PerúPaísDeVioladores
sino el de #PerúPaísDeCorruptos.
Antes de cerrar estas
reflexiones acabo de leer en La República lo siguiente: “Tras los exámenes médicos realizados a la recién nacida, el
Departamento de Medicina legal del Ministerio Público de
Sullana determinó que la bebé, de iniciales D.Y.H.P., tiene
infección vaginal por falta de higiene y descartó una violación sexual.”
Saquen ustedes, amigos lectores,
sus propias conclusiones y respondan a la siguiente pregunta: ¿Estamos
preparados para condenar a muerte a alguien con una prensa amarillista, un
sistema de justicia propenso a la corrupción, la presión política y mediática, y una opinión
pública altamente manipulable?
1 comentario:
Iluminador comentario, estimado Freddy. Permíteme añadir que, por principio, nadie puede disponer de lo que no le pertenece, salvo violenta y abusiva apropiación. Y me refiero a la vida humana, de la que el hombre no es dueño, porque no es su creador y no le es lícito ni justo que disponga de lo que no es producido por él, y donde ninguna filosofía ni ciencia puede aprobar y validar; recordemos que en el momento de la fecundación de un nuevo ser, el varón y la mujer implicados, los padres de la criatura, apenas son medios o instrumentos pasivos para que ello suceda, pues el acto de dar vida, de crear vida, está más allá de la capacidad human. (Leí tu artículo similar en Facebook y me apena que sea cerrado y no dé lugar a los comentarios respectivos en tan importante tema). Gratos saludos: Luis Aguilar
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