Por Freddy Ortiz Regis
“Si una persona es perseverante,
aunque sea dura de entendimiento, se hará inteligente; y aunque sea débil se
transformará en fuerte” ―Leonardo Da Vinci.
Qué es Compuleg
Compuleg es
un software de gestión de información
legal (legislación, jurisprudencia y doctrina). En la actualidad es dueña de
los derechos la empresa Gaceta Jurídica/Gaceta Consultores que tiene su sede en
la ciudad de Lima. Esta organización adquirió los derechos de la Empresa
Editora Normas Legales de Trujillo en el año 2006.
Su página web define el producto y el servicio en los
siguientes términos:
“COMPULEG, un software jurídico y
principal producto que contiene una gran base de datos que almacena información
jurídica de importancia para los profesionales de nuestro país: Legislación,
Jurisprudencia, Doctrina, Plenos jurisdiccionales, TUPAS y Tratados
Internacionales de los que el Perú es parte.
“La base de datos de legislación data desde 1902 y a partir de 1979 a la actualidad a texto completo. La amplitud de la información permite consultar miles de Leyes, Decretos Legislativos, Decretos Supremos, Resoluciones Ministeriales, Ordenanzas, etc. que regulan las diversas actividades de nuestro país. El contenido de la información de COMPULEG se presenta actualizada, concordada y con inclusión de Fe de Erratas en sus textos.
“La base de datos de legislación data desde 1902 y a partir de 1979 a la actualidad a texto completo. La amplitud de la información permite consultar miles de Leyes, Decretos Legislativos, Decretos Supremos, Resoluciones Ministeriales, Ordenanzas, etc. que regulan las diversas actividades de nuestro país. El contenido de la información de COMPULEG se presenta actualizada, concordada y con inclusión de Fe de Erratas en sus textos.
“Incluye variada Jurisprudencia
en todas las materias del Derecho, incluyéndose datos importantes como Sumilla
(razón de ser de la Resolución), Procedencia, Referencias Legales
(sustento legal de la resolución).
“Asimismo, interesantes artículos
de reconocidos juristas nacionales y extranjeros han sido e incorporados en la
sección de Doctrina.”
Compuleg es, sin duda, el más completo programa de acceso a
información legal que existe en nuestro país. Su costo ―en la versión 6.1― bordea
los 80,000 nuevos soles (aprox. 27,500 dólares americanos) y son usuarios de
este sistema las principales organizaciones públicas y privadas del país.
La historia de los
orígenes de Compuleg
Viene a mi memoria, así como el deseo de escribir este
artículo, un conjunto de vivencias que considero necesario compartir a fin de
que no queden en el anonimato y sirvan, al mismo tiempo, como un ejemplo de la
vida diaria: De cómo a pesar de las limitaciones que como personas, grupo o
comunidad podamos tener, es posible, dando lo mejor de nosotros mismos,
concretar proyectos y crear valor, que mejorará no solo nuestras vidas sino
también las de los demás.
Cuando retorné al Perú a comienzos de la década de los 80s ―desilusionado
de mis sueños de forjarme una carrera profesional y un porvenir en Rusia, por
razones que algún día compartiré, pero que se sustentan mucho en la entereza de
mis principios― se inició en mí un período caracterizado por una constante y
ardiente búsqueda por encontrar una respuesta a mi “fracaso” en el extranjero.
No solo mis padres sino también mis familiares y amigos habían puesto su
confianza en mí, y retornar de Europa, sin haber alcanzado la meta que me había
propuesto en el extranjero, hacía que mi alma se debatiera en una crisis
existencial de la que nadie podía liberarme.
Mi único refugio fueron los libros. Me pasaba casi todo el
día encerrado en mi habitación leyendo libros de historia, filosofía y
literatura. Mis padres sufrían calladamente porque su hijo no daba señales de
interactuar con el “mundo exterior” y, menos aún, de retomar el sendero de una carrera
profesional.
Pero mi desilusión no solo era con lo que había creído sino
también con el sistema educacional: El método académico ―al que consideraba desde
adolescente como obsoleto y martirizante― se erigía ante mí como un dictador al
que no estaba dispuesto jamás a arrodillarme.
Por esos años, mi hermano Carlos, consiguió un puesto como
locutor en una radio local. Conjuntamente con sus estudios de medicina se
agenciaba de recursos económicos trabajando como discjokey y animador de espectáculos públicos. Cierto día se acercó
a mí, y sacándome del ensueño de mis lecturas me dijo:
― Hermano, ¿no quisieras trabajar en radio Star?
Yo lo escuché y quedé
mirando como si sus palabras vinieran de alguno de los mundos en que me
encontraba.
― ¿Cómo así, hermano? ―le respondí.
― Mira, en radio Star necesitan un director para el
radionoticiero ―me dijo.
Trabajar en una radio... Nunca había sido una persona con
facilidad de palabra oral. A diferencia de otros que con un micrófono se les
abría el mundo, yo me sentía más cómodo y desinhibido teniendo frente a mí una
máquina de escribir.
― ¿Y qué es lo que tengo que hacer? ―respondí a mi hermano,
que esperaba impaciente mi respuesta.
― Tienes que dirigir y coordinar la redacción de las
noticias y el editorial ―me dijo.
Yo volví a sumirme en mis pensamientos. Si lo que decía mi
hermano era correcto, entonces tenía que escribir más que hablar. Esta era mi
oportunidad.
― ¡Sí! ―le respondí.
Lo que me pasó como director del radionoticiero Star 1540
será motivo de otro artículo pero, por ahora, adelanto que en poco tiempo
logramos ―gracias a la colaboración y el trabajo en equipo de profesionales a
carta cabal― posicionarnos en el primer lugar de la sintonía en el género del
radioperiodismo trujillano.
Pero evoco este acontecimiento en mi vida porque fue de suma
importancia en mi desarrollo personal. La dirección de un radionoticiero me
permitió trabajar en equipo, generarme confianza propia y, sobre todo,
demostrarme a mí mismo y a los demás que una atmósfera de libertad es esencial
para el despliegue de las mejores capacidades y cualidades de las personas.
Después de trabajar en radio Star ingresé ―para la alegría
de mis padres y de mis hermanos― a la facultad de derecho y ciencias políticas
de la Universidad Nacional de Trujillo. Pero no pasó ni dos años para que ese
sentimiento contestatario contra el sistema académico terminara por sacarme de
los claustros universitarios y recayera en una profunda depresión que me devolvió
nuevamente a los libros y a una vida casi monacal.
― Se acabó, papá ―le dije ―, no volveré a estudiar nunca más
en la universidad. Prefiero trabajar.
Fue en ese período de mi vida que mis lecturas me llevaron a
la Biblia y acepté a Jesús como mi Señor y Salvador personal. Y también fue en
ese período en que la Empresa Editora Normas Legales convocó a un corrector de
ediciones.
Recuerdo muy claramente la mañana en que con el recorte del
aviso en el periódico me presenté ante el jefe de ediciones Franco Chico Colugna. Cuando lo vi
lo recordé inmediatamente: No hacía muy poco ambos habíamos sido ganadores de
los juegos florales de la facultad de medicina de la Universidad Nacional de Trujillo.
Así que nuestro encuentro no pudo ser más grato. Después de leer mi curriculum vitae y platicar sobre nuestra
común vocación por la literatura nos despedimos con el compromiso de su parte
de mantenerme informado de los resultados de la convocatoria.
No recuerdo cuántos días pasaron, pero Franco Chico me hizo
llegar una comunicación informándome que había sido seleccionado para ocupar la
vacante de corrector de ediciones.
Yo estaba muy contento y a la vez muy nervioso. Mi familia
me felicitó y mi papá ―algo reticente― también me abrazó y me deseó lo mejor.
Cuando entré a la editorial Normas Legales no me imaginaba
lo que esta empresa habría de significar en mi vida y cómo me impactaría hasta
la actualidad. Me presentaron a mis compañeros de trabajo entre los cuales
estaba Manuel Antonio Ledesma a quien también ya conocía por haber frecuentado ―en los
albores de mi descubrimiento de Cristo― el círculo de la comunidad universitaria
católica (CUC). También me presentaron al gerente que, por esa época, era Alejandro Santa María, sobrino del socio mayoritario de la empresa, don Luis Santa
María Calderón.
Mi labor consistía en revisar y corregir los borradores de
las normas legales que los digitadores almacenaban en máquinas de escribir
eléctricas. La fuente era el diario oficial El Peruano y mi misión era asegurar
la intangibilidad de las normas legales y fallos jurisprudenciales que
diariamente constituían el universo legal del país. A mi lado trabajaba Silvana Mantilla
quien me leía en voz alta los originales del diario oficial mientras yo
―lapicero en mano― iba detectando y anotando marginalmente los errores de tipeo
que eventual y naturalmente los digitadores cometían durante el proceso de la
transcripción de las normas y la jurisprudencia.
Como podrá comprenderse mi trabajo se convirtió prontamente
en algo monótono y rutinario para mí, por lo que comencé a sentirme inconforme
con él. Así, a fin de superar la monotonía, decidí dar un valor agregado a la
redacción de las normas corrigiendo gruesos errores gramaticales que la
administración pública cometía en su redacción. A veces me extralimitaba y mis
jefes me llamaban la atención pues la intangibilidad de las normas estaba por
encima de cualquier cosa a fin de no correr riesgos y asumir responsabilidades
extracontractuales que podrían ser negativas para la empresa. Lo entendí y
llegamos a un punto de equilibrio.
Y así pasaron algunos años haciendo el mismo trabajo. Corría
el año 1989 y asumió la gerencia de la empresa Orlando PoncePolanco. Al año siguiente, el nuevo gerente decidió dar un paso trascendental
en la vida de la editorial: La informatización de todos los niveles de la
organización.
Gerente Orlando Ponce Polanco acompañado de parte del personal femenino de Normas Legales SAC |
Cuando se comunicó esta decisión gerencial una sensación de
agitación e incertidumbre se apoderó de todos. Hasta ahora habíamos visto las
computadoras en algunos bancos y en las películas; y el solo hecho de que estos
misteriosos artefactos llegarían a nuestro centro de trabajo era de por sí un
acontecimiento que nos provocaba una gran ansiedad.
Y el día llegó. En la puerta de la empresa se estacionó un
gran camión del cual comenzaron a bajar, en grandes cajas cuadradas y de
cartón, las maravillosas computadoras. Todos nos mirábamos sin poder disimular
nuestra aprehensión.
Pasaron algunos días y las flamantes computadoras seguían en
sus cajas. Poco a poco se fue descongestionando algunos ambientes de la
editorial y finalmente se decidió un lugar en donde ponerlas para capacitar
–por turnos- al personal de las diferentes áreas.
Yo no podía aguantar más. Una mañana, en un paréntesis de mi
labor como corrector, me deslicé hasta el área en que se encontraban las
computadoras; abrí la puerta que no estaba con seguro, y entré.
Ahí estaban esas maravillas, una a continuación de otra, encendidas
y deslumbrantes como inteligencias extrahumanas listas para interactuar con
nosotros. No podía explicármelo, pero entre ellas y yo se produjo
inmediatamente un amor a primera vista. Me acerqué lentamente hacia una de
ellas envuelto en el refinado sonido que emitían sus componentes internos. No
había nadie y mis ojos se posaron en el brillante símbolo de su sistema
operativo ―“C:\DOS>”― que parpadeaba sobre una pantalla monocromática.
Luego mis manos se posaron sobre el teclado que me parecía extraído de un
capítulo de la serie Viaje a las
estrellas. No lo podía creer. ¡Estaban delante de mí y muy pronto
interactuaría con ellas!
Parpadeante símbolo del sistema operativo DOS que daba "vida" a las PC |
De pronto el mundo de ensueño en el que me encontraba
absorto se desplomó. Sentí a mis espaldas la puerta abrirse y una voz parca y
relativamente irritada que me dijo:
― Señor Ortiz, ¿esta es su área de trabajo?
Yo me volví y era ―nada más y nada menos― que el señor
gerente.
― Perdón ―le contesté sin poder ocultar mi sorpresa y
vergüenza.
Pasé por su lado ―rojo como un tomate― y salí del área de
computadoras para dirigirme al área de corrección de ediciones. Tomé mi
lapicero y me enterré en la revisión de los borradores mientras mi compañera de
trabajo me leía sin parar los originales de El Peruano. Pero mi mente se había
quedado en la sala de computadoras y nunca más ―hasta el día en que estoy
escribiendo estas líneas― me separé de ellas.
El período de capacitación merece un capítulo aparte pues
son muchas las anécdotas que puedo compartir sobre las primeras impresiones de
mis compañeros de trabajo con la computadora. Al final de la capacitación todos
nos sentíamos que habíamos madurado mucho y que un nuevo mundo y un nuevo
intercambio con la realidad se abría delante de nosotros. Por esa época, en los
albores de la PC (Personal Computer)
había que dominar el sistema operativo DOS (Disk
Operating System) y estructurar cada una de las instrucciones que se le
daba a la computadora. Conceptos como hardware
y software pasaron a formar parte del
ambiente de trabajo así como de la comprensión del mundo que avanzaba hacia el
final del siglo XX.
El sistema de ediciones sufrió cambios revolucionarios no
solo en la concepción de diseño y procesamiento de las labores cotidianas sino
también en la forma de interactuar entre compañeros con un nuevo intermediario:
el ordenador.
Se dejaron de lado las composers
que eran las máquinas eléctricas que imprimían lo que se digitaba sobre largas
sábanas de papel para pasar a la digitación de las normas legales y su
grabación en diskets, los que luego
eran copiados y entregados al área de corrección y corregidos directamente en
la pantalla del ordenador sin necesidad de imprimirse y corregirse manualmente manualmente.
Histórica composer que antecedió a la llegada de la PC en la edición de textos |
Los discos flexibles (diskets): Las nuevas unidades de memoria de las PC |
Con la aplicación de la nueva tecnología informática el tiempo de corrección se redujo considerablemente y me quedaba tiempo libre. Ese tiempo lo dedicaba a explorar y conocer al máximo el procesador de textos que el jefe de producción JesúsSantos Fernández había elegido para la editorial Normas Legales: el Microsoft Word.
Cada día que pasaba aprendiéndolo y compartiendo con mis
compañeros de trabajo me compenetraba más y más con la lógica informática y las
infinitas posibilidades que se abrían para el tratamiento y la edición de
textos. La PC era la llave que nos comunicaba con el micromundo de la
electrónica. Con la PC unimos nuestro macrocosmos con el microcosmos. Nuestros
pensamientos ya no solo estaban en nuestros cerebros y en el papel; también
estaban en el micromundo del átomo y del electrón; en el byte y en el bit.
Cuando llegaba a casa y miraba mi vieja máquina de escribir
Royal me sentía un habitante de otro mundo que miraba con aire de superioridad
las cosas y los objetos que habían marcado el sendero de la antigüedad. “Algún
día tendré mi propia computadora, en mi casa”, me decía mientras mi mirada se
paseaba por el techo de mi habitación esperando que el sueño me abrazara.
Mi vieja máquina de escribir Royal, en la que jugaba a ser escritor |
Poco a poco comencé a dejar de lado mi vieja máquina de
escribir y aprovechaba los espacios libres que me daba mi labor en la editorial
para escribir y deleitarme en el Word
y en las placenteras posibilidades de corrección, re-redacción, reproducción y
edición que ofrecía este fantástico programa. Hasta que llegó el día en que
escribir en la vieja máquina Royal se convirtió en una tarea penosa pues era
tanta mi integración con el Word que
me había incapacitado para seguir golpeando sus viejas y obsoletas teclas.
Una de las características que más me impresionó del Word fue su velocidad de procesamiento.
Bastaba pulsar una combinación de teclas para activar una ventana de búsqueda y
encontrar lo que uno deseara en el documento en milésimas de segundo. ¿Y si
esta velocidad se empleara para hacer una base de datos de la legislación que
la editorial publicaba que permitiera su ubicación en la página de la revista
de forma inmediata?, comencé a inquirirme.
Hermosa pantalla de bienvenida del Word, maravilloso procesador de textos |
Entonces empecé a elaborar una tabla con varias columnas conteniendo el número de registro, el número de la norma, una breve sumilla (resumen) del dispositivo legal, y el número de la página en que se encontraba en la revista. Al final me quedé con una tabla que tenía cien registros y comencé a ensayar búsquedas cuyos resultados aparecían inmediatamente.
Yo estaba superemocionado y no esperé mucho tiempo para
solicitar una entrevista con el gerente.
Una tarde el gerente Ponce Polanco me llamó a su oficina y
me pidió que le explicara en qué consistía mi descubrimiento. Le expliqué que
con el Word podíamos hacer una base
de datos y encontrar la norma legal que deseáramos en apenas milisegundos.
Después de hacerle la demostración pude ver en su rostro dos
sentimientos encontrados: uno, que la demostración no lo había convencido
mucho, y dos, que se había entreabierto una puerta hacia un mundo nuevo y
prometedor.
― Hay que afinar esto, Freddy ―me dijo, en el sentido de
alguien que no obstante carecer de la profundidad del conocimiento que yo tenía
del Word sí podía proyectarse en la
dirección correcta.
Yo salí de la gerencia algo descorazonado.
No pasó mucho tiempo para darme cuenta que Word no era la herramienta apropiada
para gestionar una base de datos. Era como si hubiera estado tratando de comer spaghetti con cuchara en vez de tenedor.
El descubrimiento fue casi fortuito. Una noche, caminando por las calles de
Trujillo, entré a una librería. Me dirigí a la zona de libros de computación e informática
y comencé a hojear varios de ellos hasta que me topé con uno que se titulaba Introducción a las bases de datos con dBase
III Plus (1). Me bastó leer la introducción del libro para saber que lo
¡había encontrado!
Salí de la librería con el libro envuelto y llegué a mi casa
lleno de felicidad pues sabía que había encontrado la herramienta que
necesitaba para gestionar una base de datos. Al día siguiente, después del
trabajo, salí a buscar el programa a fin de instalarlo en la PC que me habían
asignado en el área de corrección.
Después de instalar el software
comencé a leer el libro paralelamente con la gestión del programa. Descubrí que
dBase III Plus podía interactuar con Word, lo que significaba que el
procesador de textos podía ser usado para digitar los registros de la base de
datos separando los campos solamente por comas (,) y, posteriormente, ser
absorbidos por una base de datos en formato dBase.
Una vez alimentada la base de datos se procedía a activar el
programa dBase III Plus y se podía
gestionar aquélla obteniendo los resultados más complejos y acabados que se
podía uno imaginar. Además, dBase III
Plus poseía un lenguaje de programación que nos permitía programar un
sistema de entrada, gestión y reportes, o bien por separado o todos juntos en
un menú cuyo diseño era posible también realizar con el programa.
¡Nada qué ver con Word!
Me sentí avergonzado por tratar de impresionar a la gerencia con una base de
datos gestionada con un procesador de textos…
El primer paso que di fue crear la estructura de la base de
datos haciendo uso de las características específicas para los diferentes
campos que la componen (Carácter, Numérico,
Fecha, Lógico y Memo). Una vez creada la estructura se agregó el contenido
desde un formato de texto en Word
previamente digitado (más tarde se prescindió del Word al programar una interfase exclusivamente de ingreso de
información desde dBase III Plus).
Potente software de gestión de bases de datos que permitió el desarrollo de las primeras versiones de Compuleg |
La primera base
de datos comprendió mil registros que fueron extraídos de la información que se
tipeaba en el área de digitación. La segunda fase consistió en programar el
sistema de gestión de la información con reportes especializados que permitiera
al usuario acceder a una norma desde diferentes opciones de búsqueda:
- Búsqueda numérica. Esta subopción permitía al usuario encontrar un dispositivo (u obtener una lista de ellos) utilizando como parámetros de búsqueda los elementos de datos que conforman el código alfanumérico de la norma; p. ej.: DS 025-90-EF.
- Búsqueda analítica. Esta subopción permitía al usuario encontrar un dispositivo (u obtener una lista de ellos) utilizando como parámetros de búsqueda las voces o ideas que se encuentran legisladas en las normas; p.ej. precios, impuesto general a las ventas, carreteras, estados financieros, pasaporte, etc. Contenía la posibilidad de buscar en dos niveles -por ejemplo precios: construcción- permitiéndonos restringir el radio de acción de la búsqueda.
- Búsqueda temática. Esta subopción permitía al usuario encontrar un dispositivo (u obtener una lista de ellos) utilizando como parámetros los grandes temas de la legislación implícitos en cada uno de los dispositivos emitidos por los órganos competentes; p. ej.: regionalización, energía y minas, tributación, banca y seguros, etc.
- Búsqueda cronológica. Esta subopción permitía al usuario encontrar un dispositivo (u obtener una lista de ellos) utilizando como parámetros las fechas de promulgación y/o publicación. Esta subopción era oportuna cuando se desconocía el código del dipositivo, pero se conoce con exacta o alguna aproximación la fecha de promulgación y/o publicación.
- Búsqueda registral. Esta subopción permitía al usuario encontrar un dispositivo (u obtener una lista de ellos) utilizando como parámetros el código alfanumérico de la norma. Esta subopción recorría todas las bases de datos. Asimismo permitía -si el usuario conoce el número de registro del dispositivo en determinada base de datos- dirigirse directamente a una norma con sólo ingresar un número (de registro).
Los resultados de las búsquedas (reportes) generaban salidas (outputs) que podían imprimirse o grabarse en archivos digitales.
Cuando presenté
la “nueva” versión de mi proyecto a la gerencia, otro fue el resultado. En el
rostro de Orlando Ponce se dibujaba una amplia sonrisa. Después de felicitarme
por el logro alcanzado me preguntó cómo se llamaría el sistema, a lo que
respondí:
― ¡Compuleg! (2)
A la semana
siguiente la gerencia convocó al directorio de la editorial así como a personal
clave de la empresa entre los que se encontraban Manuel A. Ledesma (el nuevo
jefe de ediciones), Jesús Santos Fernández (jefe de producción) y otros jefes
de las diferentes áreas de la organización.
Terminada mi
exposición, la decisión estaba tomada. La empresa ahora tenía un nuevo producto
al que había que explotar y maximizar.
Después de la
informatización de la empresa, Compuleg, representó la segunda ola
revolucionaria en el desarrollo y crecimiento de Normas Legales S.A.C. El
servicio inicial que el nuevo producto brindó fue optimizar la edición ordinaria
de la revista Normas Legales así como sus ediciones extraordinarias.
Compuleg permitió
generar los más variados índices de las revistas en solo segundos y apoyar la
edición de publicaciones extraordinarias (vivienda, banca y seguros,
comunicaciones, etc.) en tiempos récord. Además ayudó a consolidar la fidelidad
de los clientes (fidelización)
gracias a la inserción ―intratexto en los dispositivos legales― de referencias
a las ediciones anteriores de Normas Legales (tomo y número de página). De esta
manera, los usuarios de la revista, cuando se encontraban con la concordancia
legal de una norma con otra podían encontrar su ubicación inmediatamente en la
colección histórica de la revista.
Yo dejé mi labor
como corrector de textos y pasé a dedicarme ―con el apoyo de Manuel A. Ledesma―
en la gestión y el soporte de Compuleg a las ediciones ordinarias y
extraordinarias de la revista Normas Legales. Me sentía muy orgulloso de los
logros obtenidos en el seno de la empresa y sentía el aprecio no solo de la gerencia
sino también de mis compañeros de trabajo. Nunca pedí nada más que mi
remuneración normal a pesar del desarrollo proporcionado a la organización y
los valores agregados que se insertaron en sus productos. Tampoco pedí derechos
de autor ni nada por el estilo. Y aunque el directorio nunca fue efusivo en
reconocerme méritos y/o reconocimientos, yo me sentía conforme conmigo mismo,
pues para mí la mejor contraprestación que podía recibir consistía en el
conocimiento informático y la experiencia que autodidactamente había logrado
aquilatar. Una vez más los libros habían sido mis mejores aliados y la empresa
―no un claustro universitario― había sido mi alma mater.
Compuleg, la nueva generación
Para que Compuleg
en su versión dBase III Plus pueda ser comercialmente viable, tenía que
independizarse del software de gestión, es decir de dBase III Plus. Los
potenciales clientes no deberían ser obligados a instalar dBase III Plus en sus
PCs; Compuleg debería correr en sus ordenadores de manera independiente, sin
necesidad de un programa de gestión.
La respuesta a
esta necesidad la ofrecía un nuevo programa denominado Clipper.
Clipper trabajaba en modo compilador puro generando un código objeto binario;
el paquete proveía también un enlazador (RTLINK o DLINK) que con el módulo
objeto y las bibliotecas de preenlace generaba un módulo ejecutable directo.
Esto último le otorgaba a las aplicaciones Clipper una velocidad que otros
manejadores de bases de datos no poseían, y, la única desventaja, era la
necesidad de recompilar y enlazar nuevamente cada vez que se corregía algún
error en el código fuente.
Clipper, software de gestión de base de datos que permitió la independización de Compuleg de dBase III Plus |
Vemos, pues, que
lo más importante de Clipper era su capacidad para generar un archivo
ejecutable (.EXE) que otorgaba independencia total a Compuleg.
Normas Legales
creó una nueva división en la empresa denominada con el nombre del nuevo
producto. Se contrató nuevo personal tanto para la alimentación de las bases de
datos como para la nueva programación, ahora en Clipper. Vienen a mi memoria
los nombres de tres brillantes y talentosos expertos en programación que se
sumaron al proyecto de preparar una versión comercial ―el Compuleg 2.0: John
Anhuaman, Enrique Dioses y Juan Santos Fernández,
hermano de nuestro jefe de producción.
En el ínterin de
la producción de la versión 2.0 de Compuleg, la empresa, en coordinación con el
CESEN (Centro de Estudios Socioeconómicos del Norte), con el auspicio de la
Universidad Nacional de Trujillo y la empresa Graña y Montero, organizó un
seminario titulado Informática Jurídica
con el propósito de presentar el Compuleg a la comunidad jurídica. Entre los
expositores estaba ―además del jefe de ediciones Manuel A. Ledesma y yo― el
connotado maestro y jurista nacional Fernando deTrazegnies Granda. La presentación se realizó en el Colegio de Abogados de
La Libertad y las exposiciones fueron las siguientes: Manuel A. Ledesma expuso
el tema Aplicación de la informática para abogados y empresas, Fernando de Trazegnies expuso el tema La computadora y el derecho, y yo expuse el tema Compuleg:Descripción de un programa de gestión legislativa piloto.
Dossier del Seminario de Informática Jurídica en donde se presentó el Compuleg a la comunidad trujillana y nacional |
Después de esta presentación siguieron muchas más en provincias y en la capital de la república. Un equipo conformado por Manuel A. Ledesma, Enrique Dioses y yo presentamos el Compuleg 2.0 en las mejores universidades del país recibiendo una gran acogida. Nunca olvidaré nuestra presentación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos que se caracterizó por una afluencia casi multitudinaria y un desbordante interés de sus jóvenes estudiantes que rebasó todas nuestras expectativas.
Pero las empresas
―como la vida misma― también tienen sus períodos de crecimiento, auge y
decadencia (3). Corría el año 1991 y, en pleno auge del nuevo proyecto, el
directorio de Normas Legales S.A.C. puso una nueva gerencia que implantó en la
organización formas y estilos que ―en mi humilde opinión― eran incompatibles
con los nuevos tiempos empresariales.
De la atmósfera
de camaradería, respeto y apoyo que caracterizó mi relación con la gerencia se
pasó a una de indiferencia, verticalidad y desprecio. Acostumbrado a moverme en
espacios de libertad y tolerancia como único caldo de cultivo de la creatividad
y la innovación, consideré como una necesidad vital presentar mi renuncia a la
editorial.
La renuncia fue
inmediatamente aceptada por la nueva gerencia, pero se me propuso continuar aún
ligado al proyecto de la versión comercial de Compuleg vía contrato de locación
de servicios. Aunque hasta ahora desconozco la razón por la cual la gerencia no
cortó definitivamente toda vinculación con mi persona, lo cierto es que a la
primera oportunidad que tuvo desconoció nuestro contrato y lo dio por terminado
basándose en razones totalmente ajenas a la naturaleza de la locación de
servicios.
Fue así como en
1992, después de cinco años de brindar mis servicios en la editorial Normas
Legales, terminó mi aventura en dicha empresa. Fueron cinco años de intenso
aprendizaje material y espiritual que me permitió no solo demostrarme a mí
mismo mis capacidades de crecimiento y servicio sino también dar un testimonio
del amor y el poder de Dios en mi vida.
Lo que pasó
después en mi vida será materia de nuevas memorias. El campo de la vida
empresarial independiente ―o sea no subordinado a terceros― se abrió para mí y
ahora estaba premunido de nuevas armas y conocimientos. Espero Dios me dé vida
para compartir todas mis memorias (bueno, no todo, porque hay cosas que no es
posible ni necesario compartirlas) sobre mis experiencias en el ámbito
empresarial y profesional, pues retorné a la universidad y completé mis
estudios de derecho.
¿Qué pasó con
Compuleg y con la editora Normas Legales en los años siguientes a mi salida?
Pues se cosechó lo que se sembró.
Compuleg continuó desarrollándose hasta convertirse en una versión muy avanzada
(la versión 6.1) que añadió ―al servicio de gestión de legislación―
jurisprudencia y doctrina en el entorno Windows. Nuevos retos fueron alcanzados
bajo el liderazgo de nuevos colaboradores que fueron convocados para hacer de Compuleg
el software informático-jurídico más importante del país.
Sin embargo, el
empuje y dinamismo que representó Compuleg en la vida de Normas Legales S.A.C.
no fue suficiente para que esta organización sobreviva frente a los
competidores que aparecieron en el mercado de las publicaciones jurídicas. Por
ello, en el año 2006 la editora Normas Legales S.A.C. dejó de existir y fue
absorbida por la empresa Gaceta Jurídica. Así llegó a su fin la vida de una organización que desde 1941 hasta
los primeros días de diciembre de 2006 permaneció como la empresa líder en el
mercado de la difusión normativa en el Perú.
Epílogo
He escrito estas
memorias sobre mi paso por la editora Normas Legales y la creación de Compuleg
con la única intención de que mi experiencia sirva para muchos jóvenes que no
se sienten conformes con su situación presente. Los jóvenes tienen la fuerza, el impulso y la
audacia para salir adelante solos y no depender de las migajas que el mundo de
los adultos les pueda ofrecer. Dios ha creado un universo multiforme y
multivariante para que sus criaturas puedan alcanzar la felicidad a través de
múltiples caminos y plataformas. La lucha es, por tanto, contra las fuerzas que
pretenden encasillar la vida en estereotipos y condicionamientos existenciales. Los jóvenes no tienen que pagar derecho de piso; ellos crean el piso de las sociedades emergentes.
Mi experiencia en
Normas Legales es una demostración de hasta dónde los jóvenes pueden llegar si
son perseverantes y no se dan por vencidos. A pesar de las limitaciones que los
condicionamientos sociales pretenden imponer, es posible alcanzar el éxito
creyendo en uno mismo y confiando en Dios como amigo y socio de la vida.
La clave del
éxito no está en los bienes materiales que se puedan acumular sino en la
riqueza espiritual que deja el servicio a los demás. Hay que seguir adelante y
madurar la idea que Dios ha puesto en nuestros corazones como una semilla que
está llamada a dar fruto. En ese proceso de maduración de una idea-fuerza encontraremos
aliados y enemigos.
Las prosperidad
de las grandes sociedades que hoy conforman el llamado primer mundo no ha
estado solo en la acumulación de riquezas (muchas de ellas obtenidas a fuerza
de la rapiña) sino también en la formación y consolidación de una clase
dirigencial enfocada en valores supremos como el trabajo, la disciplina, la
recreación y la gratitud. Estos valores luego se han desplegado hacia todos los
miembros de la sociedad conformando comunidades sustentadas en principios
sólidos de solidaridad y emprendimiento.
Cuando hay amor
hacia lo que uno cree, y a este amor se agrega la bendición de Dios, entonces
hasta lo poco que somos o tenemos se convierte en un valor todopoderoso.
Miremos a Moisés cómo con un palo hizo frente a faraón y al ejército más
poderoso de su época. También se cuenta de Walt Disney, fundador de Disney
Company, que se encontraba tan falto de medios en sus comienzos que, en sus
primeras películas,
doblaba con su propia voz en falsete al ratón Mickey.
Otro
enemigo que hay que vencer en la lucha por la vida es el temor. He conocido a
muchas personas que no dan un paso o dicen una palabra si no miden el efecto
que sus actos pueden tener en las personas de quienes dependen o temen. Esas
personas nunca podrán desarrollar sus propias potencialidades porque han
renunciado tanto a ser ellas mismas como a su derecho a hacer realidad sus
sueños.
En mi paso
por Normas Legales tuve que enfrentarme muchas veces no solo con la dirigencia
sino también con algunos compañeros de trabajo para hacer prevalecer mis puntos
de vista o denunciar un comportamiento que consideraba reñido con los
principios de veracidad y justicia. Nunca tuve miedo de ser despedido porque
amaba lo que hacía y confiaba en Aquel que era mi sustento. Gracias a Dios más
fueron quienes me apoyaron que quienes me combatieron. Por ello puedo decir, a
estas alturas de mi vida, que he comprobado en el campo de la experiencia lo
que Jesús dijo en Juan 4:18: “El amor echa fuera el miedo”.
También hay
otro valor que es imprescindible tener en cuenta en nuestras relaciones con los
demás, y sobre todo, en el ámbito de una organización. Me refiero a la lealtad.
“La lealtad es un corresponder, una obligación que se tiene con los
demás. Es un compromiso a defender lo que creemos y en quien creemos. La
lealtad es un valor, pues quien es traidor se queda solo. Cuando somos leales,
logramos llevar la amistad y cualquier otra relación a su etapa más profunda.
Todos podemos tener un amigo superficial, o trabajar en un lugar simplemente
porque nos pagan. Sin embargo, la lealtad implica un compromiso que va más
hondo: es el estar con un amigo en las buenas y en las malas, es el trabajar no
solo porque nos pagan, sino porque tenemos un compromiso más profundo con la
empresa en donde trabajamos, y con la sociedad misma”. (4)
La lealtad envuelve la discreción y la confidencialidad.
Durante mi paso por Normas Legales no solo hice de corrector de ediciones sino
también de programador, traductor, consejero y consultor. En cada una de esas
funciones llegue a conocer información que hasta ahora conservo solo en mi
mente y en mi corazón porque jamás divulgué o compartí con los demás.
Por ello,
jóvenes del s. XXI, que tomarán la posta de nuestras acciones, a ustedes les
digo: Perserverancia, Fe, Amor y Lealtad son las
mejores armas para salir adelante en la vida y formarnos un carácter que nos
capacite para la eternidad. En la vida encontrarán personas que han sido
forjadas en la escuela de la ingratitud de modo que no pueden expresar nunca sentimientos
de agradecimiento, reconocimiento y/o estímulo hacia quienes les sirven. Pero
no se acobarden, recuerden que para un espíritu noble no hay indiferencia que
amilane, descortesía que desaliente o ingratitud que desanime. Lo mejor que
podemos hacer por esa clase de personas es hacer realidad nuestros sueños por
medio del servicio tanto a ellos como a los demás. Nunca olviden que deben dar
aquello que ustedes ansían alcanzar con todas tus fuerzas: Si quieren amor, den
amor; si quieren respeto, brinden respeto; si ansían que los acepten, acepten a
los demás; si desean el éxito, permitan que otros alcancen el éxito.
Es posible
―si Dios no determina otra cosa― que nunca más vuelva a referirme a Compuleg y a Normas Legales. Por ello no quiero terminar estas líneas sin
expresar mi reconocimiento y agradecimiento a mis compañeros de trabajo que
compartieron conmigo durante mi paso por esta gran empresa. Quiero mencionar
―además de los que ya me he referido a lo largo de estas memorias― a Elizabeth
Capristán, Frecia Figueroa, Bertha Sabogal, Janet Condé, José Cedeño, Zully
Sevillano, Wilton López, Pedro Donaires, Olenka Izquieta, Irma Rivertte, Natividad Otiniano, Jaime
Guzmán, Virna Waters, Rosario Ganoza, Leyter Yong, Manuel Sabogal, Franklyn Voyssest, Marigil Santa María y
muchos otros más que no alcanzo a mencionar pero que llevo en mi mente y en mi
corazón por los excelentes momentos vividos tanto en el centro de trabajo como
en la vida allende los muros laborales. Quiero agradecerles por sus palabras de
aprecio y gestos de amistad incondicional, por el apoyo recibido en momentos de
dolor, por los gratos momentos celebrando las cosas buenas de la vida y, sobre
todo, por su calidad de personas, ciudadanos ejemplares y bondadosas almas de
Dios.
A pesar de ya no trabajar juntos y haber sido
dispersados en la vida, hoy la tecnología nos permite estar unidos por Facebook y seguir compartiendo los avatares que aún
tenemos que sobrellevar hasta el día en que tengamos que partir al encuentro
con la Verdad.
Video del I Reencuentro de Extrabajadores de Normas
Legales realizado en Trujillo en agosto del 2012
Legales realizado en Trujillo en agosto del 2012
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(1) dBASE es un programa de manejo de base de datos para el
Sistema Operativo Windows. dBASE fue creado a finales de los 70 para un Sistema
Operativo de micro computación que ya no se utiliza o no está disponible, fue
creado por Wayne Ratcliff y liberado bajo el nombre Ashton-Tate, una compañía
americana de software que eventualmente se convirtió en Borland. y era
una de las primeras aplicaciones de su tipo, aún se utiliza ampliamente para
crear base de datos y por muchos años ha sido el programa de manejo de base de
datos más popular y más usado del mercado. El programa dBASE usa el formato de
archivo DBF el cual ha sido adoptado por una gran cantidad de programas de
manejo de base de datos, incluyendo aquellos influenciados por ―y creados como
resultado de― el software de dBASE.
dBASE ya prácticamente no se utiliza pero ha dejado un legado en todo el mercado. Desde sus inicios en los setentas y ochentas, hasta la actualidad, dBASE aún es ampliamente respetado y continua influenciando otros programas de manejo de base de datos como Visual FoxPro, el cual también fue creado por Microsoft.
dBASE ya prácticamente no se utiliza pero ha dejado un legado en todo el mercado. Desde sus inicios en los setentas y ochentas, hasta la actualidad, dBASE aún es ampliamente respetado y continua influenciando otros programas de manejo de base de datos como Visual FoxPro, el cual también fue creado por Microsoft.
(2) COMputación + LEGislación.
(3) Sostiene Adizes que “la estabilidad es la primera de las
etapas de envejecimiento en el ciclo de vida organizativo. La compañía aún es
fuerte pero comienza a perder su flexibilidad. Supone el fin del crecimiento y
el inicio de la decadencia. Desde el punto de vista organizativo, vive una
actitud típica: ‘si no está roto, no lo arregles’. La compañía comienza a
perder su espíritu de creatividad, innovación y propensión al cambio que la
llevaron hasta su plenitud”. Adizes, Ichak (1994). Ciclos de vida de la organización. Madrid: Ediciones Díaz de Santos
S.A. pág. 67.
Nota: Quiero agradecer a mis excompañeros ENLSA Jesús Santos
Fernández y Franklyn Voyssest
por su colaboración con material para la redacción de estas memorias.