sábado, 27 de febrero de 2010

Carta a Peter Joseph, autor del documental Zeitgeist (religión/filosofía)

zeitgeist
Por Freddy Ortiz Regis
Estimado Peter Joseph:
Acabo de ver, por primera vez, tu documental Zeitgeist. Las primeras reacciones que me producen son fundamentalmente dos: agradecimiento por ayudarme a consolidar aún más mi fe en Cristo, y, complacencia porque tus descubrimientos en torno a la relación que existe entre la economía, la política y el poder son verdades a gritos que los adventistas conocemos desde hace más de un siglo.
Sólo tengo dos críticas que hacerte: la primera, la forma poco respetuosa con la que pretendes demostrar que Jesucristo nunca ha existido, y la segunda, tu poco o casi nulo conocimiento del contenido espiritual de la Biblia.
Después de ver la primera parte de tu documental, muy lejos de tambalear mi fe, me he sentido plenamente confirmado en la forma tan maravillosa como Dios ha venido interviniendo en la historia. No es –como groseramente lo sostienes- que la historia de la vida de Cristo sea una copia de cosmovisiones religiosas de las culturas antiguas; es todo lo contrario: el prototipo de Jesús está presente no sólo en la creación –a la que tú te refieres en términos astrológicos- sino también en la cultura de la humanidad como el sello más claro y explícito del plan de Salvación proveído por Dios para los hombres.
No es pues el cristianismo una religión que surge espontáneamente. Cristo es en la historia el cumplimiento de todos los prototipos y profecías que desde el principio apuntaban a su nacimiento en Belén hace dos mil años, y no sólo en la religión judía sino también en los sistemas religiosos de las principales civilizaciones humanas.
Pero tu poco o casi nulo respeto por la figura de Cristo tiene su explicación en la falta de claridad para distinguir la presencia histórica, espiritual y salvífica de Jesús, por un lado, de la revelación, el uso y la trascendencia que por más de veinte siglos le han prodigado quienes dicen llamarse sus seguidores, por otro lado. Bien dijo en una oportunidad Gandhi –refiriéndose al cristianismo- que si él hubiera conocido a un cristiano, entonces necesariamente habría sido también un seguidor de Jesús.
Esta falta de claridad para distinguir entre la obra de Cristo y las obras de quienes dicen llamarse cristianos es lo que lo que te lleva a destilar tu frustración, sorna e incredulidad hacia Dios. Estoy convencido que si hubieras tenido en cuenta las palabras de Gandhi cuando dijo: “Estoy totalmente convencido de que la Europa actual no realiza el Espíritu de Dios o el cristianismo, sino el espíritu de Satanás. Y Satanás tiene el mayor éxito cuando aparece con el nombre de Dios en los labios. En la actualidad Europa es únicamente cristiana de nombre. En realidad adora a Mammon, el dios dinero”; entonces habrías tenido un mejor elemento de juicio para comprender que la religión católica no ha sido, no es, ni lo será nunca, el portavoz de la fe y de las enseñanzas del Dios-hombre: Jesucristo. Como atinadamente escribiera César Hildebrant “lo que sí sabemos es que la usurpación que ha padecido Dios por parte de sus muy terrenales plenipotenciarios demuestra, precisamente, la mágica impostura de las religiones”.
La segunda y tercera partes de tu documental revelan características del gobierno de los Estados Unidos de América que en realidad ya han sido revelados por Dios mucho antes de que ocurrieran. Estas características del poder norteamericano han sido desarrolladas desde el siglo XIX por la escritora cristiana Elena G. de White en la obra El conflicto de los siglos. Todo el capítulo 26 de esta obra -titulado Los Estados Unidos en la profecía- está dedicado a denunciar el papel de Norteamérica en el histórico escenario de la lucha entre el bien y el mal. Así, con mucha precisión, la escritora cristiana dice: “Pero la bestia que tenía cuernos como un cordero ‘hablaba como dragón. Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en su presencia. Y hace que la tierra y los que en ella habitan, adoren a la bestia primera, cuya herida mortal fue sanada... diciendo a los que habitan sobre la tierra, que hagan una imagen de la bestia que recibió el golpe de espada, y sin embargo vivió.’” (Apocalipsis 13: 11-14)
Más recientemente, recomendamos la lectura de la obra de Clifford Goldstein titulada El día del dragón, en la que asombrosa y casi milimétricamente revela el desenvolvimiento de Estados Unidos en los tiempos del fin, su rol en la consolidación de un gobierno mundial y el progresivo recorte de los derechos ciudadanos a favor de un sistema dictatorial y anticrístico.
En líneas generales, pues, el documental de Peter Joseph tiene la característica central de mezclar la verdad con el error. La verdad respecto del papel de Estados Unidos en las profecías de Apocalipsis, y el error –craso error- de negar la existencia de Cristo debido a su falta de claridad para distinguir entre el Cristo-real y el Cristo-institucional, secuestrado, durante siglos, por la religión dominante en nuestra civilización occidental.
Finalmente, quiero terminar este comentario recurriendo a las palabras del profeta Isaías (53:2-5), quien al referirse a Jesús (siete siglos antes de su nacimiento) lo describió con las siguientes palabras: “No hay parecer en él, ni hermosura: verlo hemos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto: y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados”. Cómo no tuviste en cuenta -estimado Peter Joseph- esta descripción para comprender por qué el Cristo no ha sido registrado en las crónicas de los ilustres de su época.
Cristo no vino, mi querido Peter Joseph, para ser glorificado por los hombres sino para reconciliarnos con Dios por medio del Espíritu Santo, a fin de que vivamos vidas auténticas, desprejuiciadas; sustentadas no en ritos ni en formas externas sino en una secreta consagración del alma a la verdad y la justicia.
Quienes deseen tener la oportunidad de ver el documental, materia de mi comentario, pueden hacer clic aquí.